Las comunidades de la Edad del Bronce desarrollaron una economía plenamente sedentaria, basada en la agricultura y la ganadería, sirviéndose de hachas de piedra para clarear el bosque, dientes de sílex para la fabricación de hoces, grandes vasijas donde guardar el grano o la leche y molinos manuales para obtener harinas. La industria lítica fue desplazada por la metalurgia del cobre y el bronce que da nombre a este periodo, realizada a partir de moldes pétreos, generalmente de arenisca. Las piezas más frecuentes son punzones, puntas de flecha y hachas que evolucionaron desde perfiles simples, hasta nuevos tipos, dotados de sistemas de fijación complejos. Más escaso es el armamento metálico, del que se conocen algunos puñales triangulares y posibles alabardas.
La cerámica se convierte en el utensilio fundamental para almacenar y cocinar alimentos en recipientes como ollas y cazuelas. En las etapas finales, alcanza un estatus especial, empleada en ceremonias y rituales, quizás como sustituto de las vajillas metálicas. Además de adornos habituales a base de cordones, impresión de dedos e incisiones, se incorporan nuevas técnicas que implican el contacto con otras áreas culturales. Decoraciones como el boquique, los rellenos punteados o motivos excisos de cronologías tardías, se vinculan a la plenitud del grupo Cogotas (ca. 1200-1100), como sucedió en El Castillejo, Tajada Bajera, Cabezo del Cuervo o La Muela, mientras que las de El Castillo de Piedrahita serían algo posteriores.