La Edad del Cobre, conocida también como Eneolítico o Calcolítico, se caracteriza por la introducción de las primeras técnicas metalúrgicas y el desarrollo de una serie de cambios que dieron lugar a la emergencia de las llamadas sociedades complejas. En el ámbito turolense, dichas transformaciones se manifestaron mediante nuevas estrategias de ocupación del territorio en poblados temporales y asentamientos al aire libre, indicio del abandono de sus anteriores ocupaciones de cuevas y abrigos rupestres.
La industria lítica, la cerámica y la tecnología para la obtención del cobre constituyen las innovaciones que caracterizan, a grandes rasgos, la etapa eneolítica. Fue común el uso del pulido en hachas y azadas de piedra, que destacan junto a ciertos útiles de sílex como las puntas de flecha. Desde principios del III milenio a. de C., se fabrican vasos campaniformes, empleados como vajilla de lujo y quizas también como urnas funerarias, y recipientes para fundir mineral de cobre, como los hallados en La Loma de la Tejería (Albarracín). Las inhumaciones en cueva son los rituales funerarios más antiguos, conocidos a partir de los conjuntos localizados en la Covacha del Subidor (Albalate del Arzobispo), en Cueva Negra, Olivar de Macipe o Cueva Hipólito (Alacón) o el Puntal de las Almendreras en Mezquita de Loscos.