A partir del siglo XIII se ubica en Teruel una de las mayores concentraciones alfareras de la Corona de Aragón, que contó durante siglos con un extenso mercado en las sierras interiores del Sistema Ibérico. En la Baja Edad Media se desarrolla un amplio abanico de tipologías que incluye piezas como escudillas, platos, fuentes, tajadores, salseras, jarras y, especialmente, los característicos picheres. Los temas ornamentales se extraen de repertorios góticos y andalusíes, simplificados a mediados del siglo XIV.
A diferencia de otros alfares, en Teruel no se abandonaron las decoraciones realizadas en verde y manganeso, prolongándose en el tiempo hasta época contemporánea. Buena muestra de ello es la vajilla de mesa propia de los siglos XV y XVI, a la que se sumaron los diseños de la serie azul, que acabó asumiendo la influencia de otros prestigiosos focos peninsulares, sobre todo Talavera de la Reina (Toledo). La cerámica bajomedieval ofrece una variada gama de adornos vegetales, entre los que sobresalen los helechos estilizados, motivos animales y temas heráldicos con anagramas o rótulos, frecuentes en escudillas, platos y jarras, elaborados por encargo para familias acomodadas y cofradías religiosas.